Por Joaquín Cámara
¿Por qué sufrimos? Esta es una pregunta básica y habitual que todos nos hemos planteado en algún momento de nuestra vida. En muchas ocasiones, conseguimos llegar a la causa superficial de nuestro sufrimiento, de tal manera que podemos detectar que sufrimos por circunstancias externas a nosotros tales como habernos quedado sin empleo, haber tenido una ruptura sentimental, encontrarnos en una mala situación económica, haber perdido a un ser querido, etc. esto es lo que vemos, y a esto achacamos nuestro dolor. Parece lógico. Se han producido unas situaciones en mi vida que me han creado sufrimiento. Sin embargo, no son las circunstancias externas las que están debajo del auténtico sufrimiento.
Hace 2.500 años, el Buda explicó algo que sigue plenamente vigente en la actualidad, no sólo desde un enfoque espiritual, sino también desde el puramente psicológico: que el origen del sufrimiento se encuentra, sencillamente, en el deseo: yo deseo algo y, al no obtenerlo, sufro. Dentro del deseo se encuentra el apego, siendo esta una de las facetas que más generan dolor: me apego a algo o a alguien y, cuando no lo tengo, sufro.
Una breve historia popular nos resume esto de manera perfecta: «Un hombre que sufría fue a buscar ayuda en el Buda. Al verlo, le dijo: “Yo quiero felicidad”. El Buda le contestó: primero retira “Yo”, esto es el ego; después elimina “quiero”, porque eso es deseo; observa, ahora sólo tienes Felicidad». Vemos en esta historia como el ego y el deseo son las nubes que nos bloquean la visión de algo superior, de un estado interno de felicidad.
El sufrimiento existe, esto es innegable. Cuando alguien está atravesando un momento doloroso, su dolor es real y poco le importa el origen profundo del mismo. Sin embargo, si queremos entender la causa principal de este para poder comenzar nuestro camino de liberación, es necesario que demos un paso más, que profundicemos un poco más, de lo contrario siempre nos encontraremos atados en una rueda de dolor, sufrimiento e injusticia. Es necesario que prestemos atención a estas palabras del Buda: ego y deseo/apego. Esta es la clave.
El ego y el deseo en nuestra sociedad
Nuestra sociedad, generada por el sistema capitalista, nos hace creer constantemente que somos personas incompletas, no válidas por nosotros mismos, de manera que tengamos que adquirir en el exterior «soluciones» para nuestros problemas. Puedes observarlo en cualquier anuncio publicitario y en la ideología que hay detrás: si eres muy gordo, no vales; si eres muy delgado, no vales; si no te maquillas, no vales; si no tienes un coche, no vales; si no tienes hijos, no vales; si no vas de vacaciones, no vales; si no asciendes en tu trabajo, no vales; si no eres joven, no vales; si no tienes el último modelo de gafas de sol, no vales… Esto tiene sentido dentro del sistema, ya que este se alimenta de nuestro consumo económico, y para consumir irracionalmente necesitamos creernos incompletos, infelices, inválidos. El sistema necesita personas con un ego inseguro, temeroso (con ego, al fin y al cabo), al cual puedan venderle millones de productos que le prometan hacerlo completo, válido. Y aquí está la trampa: cuando vivimos desde el ego, este nunca estará completo ni seguro, porque el ego es, por definición, incompleto, miedoso e inseguro.
Si nuestro sufrimiento procede básicamente del ego, necesitamos entonces conocer a qué nos referimos cuando hablamos de él. El ego es la identificación con el pensamiento y las emociones: yo creo que soy mi pensamiento y mis emociones, de manera que estos dos aspectos gobiernan mi vida; tú crees que eres el dueño de tus pensamientos y tus emociones, sin embargo, estos han sido generados por la sociedad (padres, compañeros, publicidad, sistema económico, etc.) y es esta la que te está gobernando, a la que le has dado todo el poder. Fíjate en la locura: para que el sistema funcione necesita que tú seas infeliz, ese es el «software» que te han instalado desde tu nacimiento y con el que tú te has identificado inconscientemente.
Tu pensamiento condicionado siempre te va a decir que no eres suficiente (eso es lo que nos han enseñado) y tus emociones (que responden a tu pensamiento) harán que este tenga una mayor potencia. Y esto es la causa del sufrimiento: yo creo que soy mi ego, y este siempre tendrá el deseo de incorporarse cosas externas que lo completen y lo definan para sentirse válido, así como de mantenerse apegado a aquello que le hace sentir completo, ya sean personas, objetos o lugares.
La trampa de la felicidad
Visto todo lo anterior, podemos entender entonces que la felicidad que perseguimos, generada por el sistema y basada en el ego, es una trampa. Y es una trampa porque es externa: la auténtica felicidad nunca puede hallarse en el exterior, en el ego, sino que reside en el interior. Esto que suena a tópico por el mal uso que se la está haciendo desde nuestra “cultura del envase”, es sin embargo el aspecto crucial, pues cambia nuestro foco de atención del exterior al interior; en el exterior nunca podremos ser completos, pero en el interior ya lo somos, aunque el ego no te deje verlo todavía.
La propia palabra “felicidad” se ha convertido en una trampa. Tanto se ha usado la palabra de modo erróneo y basada en el ego que ha llegado a perder el sentido, de ahí que muchos autores han preferido dejar de usarla y hablar en su lugar de algo más real: quietud, serenidad. Eso es la felicidad real: una quietud interna y constante que envuelve nuestra vida.
El final del sufrimiento
La vida siempre nos generará, de un modo u otro, sufrimiento. Sin embargo, cuando nos hemos hecho conscientes de los aspectos clave de los que hemos hablado aquí (ego, deseo y apego) y los hemos trabajado internamente, este sufrimiento será muy diferente al que se produce de manera inconsciente. Al no identificarnos ya con el ego, conectamos con nuestra verdadera esencia, con nuestro verdadero Ser interior, de modo que las circunstancias externas no gobiernan nuestra vida, la sociedad y el sistema no tienen el poder de arrastrarnos, una quietud interior nos ayuda a mantener la perspectiva, a aumentar nuestro nivel de Libertad. Evidentemente, estamos muy acostumbrados a que nuestra mente funcione de un modo erróneo, automático, de manera que eliminar ese «software», realizar este «desaprendizaje», necesitará tiempo, esfuerzo, orientación y compromiso, pero la buena noticia es que sí es posible salir de esta corriente, que hay oportunidad, que podemos adentrarnos en una nueva vida. Así comienza el final del sufrimiento, sabiendo que la profundidad del sufrimiento radica en el ego, y reconociendo que “nada real puede ser amenazado”.
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